MUNDO VERTEBRADO, PAISAJES SONOROS

De un extremo sonoro a otro.

Los murciélagos o quirópteros están dentro de los animales más crípticos para el ser humano. Sus hábitos primariamente nocturnos, los convierten en criaturas difíciles de estudiar y analizar, pero no imposible, si sabes dónde y qué buscar.
Los primeros estudios sobre quirópteros vinieron de la mano de Lazaro Spallanzani, un profesor de la Universidad de Pavia en Italia, durante la década de 1790. Spallanzani, notó que su búho no era capaz de orientarse en plena oscuridad y cuando hizo el mismo experimento con murciélagos notó que, incluso aquellos a los que había cegado, eran capaces de orientarse, alimentarse y volver a sus refugios. Junto con el médico y naturalista Louis Jurine, luego de varias pruebas, determinaron que los murciélagos dependen de la audición para su orientación, pero no fue hasta casi 150 años después, que esta idea tomaría vigencia.

Luego de la tragedia del Titanic, en 1912, Sir Hiram Maxim propuso montar generadores de sonidos de baja frecuencia en los cascos de los barcos transatlánticos para detectar icebergs usando los principios por los cuales los murciélagos evitan los obstáculos (ver: misterios submarinos). Sin embargo, está teoría fue refutada en 1920 por H. Hartridge, argumentando que los sonidos de baja frecuencia (onda larga) son útiles para detectar objetos grandes, pues la onda se doblaría (refleja) al toparse con ella, pero este efecto no ocurre con objetos pequeños como los insectos (figura 1). Por lo cual, postuló la idea hipótesis de que los murciélagos deben utilizar sonidos de alta frecuencia (onda corta) para esquivar y atrapar su alimento, en otras palabras, ecolocalización. La hipótesis de Hartridge resultó ser correcta, pero estas evidencias no llegaron hasta 20 años más tarde cuando Donald Griffin apareció en escena.

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Griffin fue un zoólogo con una gran curiosidad por la vida natural, y especialmente por los murciélagos y su capacidad por orientarse durante la noche. En 1938, durante su tercer año como estudiante en Harvard, dos de sus compañeros Talbot Waterman y Jin Fisk, le sugirieron que usara el micrófono de cristal de sal de Rochelle, desarrollado por el profesor de física George W. Pierce, para probar su teoría de que los murciélagos usaban sonidos de alta frecuencia para detectar y evadir obstáculos. Cuando fueron a hablar con Pierce, quedó fascinado con la idea y juntos comprobaron que los murciélagos en cautiverio, emitían pulsos constantes en la franja del ultrasonido, pero por alguna razón no lograban captar estos pulsos mientras los murciélagos se encontraban en vuelo. Al año siguiente, Robert Galambos se unió a Griffin y juntos descubrieron que la bocina parabólica que estaban utilizando, detectaba estos pulsos solo cuando era orientada en la dirección correcta. Además, se percataron de que si evitaban que estos animales escucharan los ecos o les cubrían la boca, no eran capaces de detectar o esquivar obstáculos (imagen 1). Gracias a estos estudios preliminares, en 1940 se le pudo poner nombre al sentido invisible de los quirópteros, ecolocalización, pero los subsecuentes descubrimientos vendrían de la mano de la tecnología.

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Con el tiempo y la mejora en los equipos (menos frágiles y menos susceptibles a la humedad) y la introducción de los osciloscopios, ahora estos sonidos podían no solo escucharse, sino que “visualizarse” y, por lo tanto, cuantificar su duración, frecuencia y estructura. También estos equipos se volvieron más portátiles, lo que facilitó y mejoró la toma de datos en campo, aunque estos primeros modelos no eran tan livianos como los de la actualidad, ya que requería de dos personas para levantarlos. A pesar de estas limitaciones, los avances en el estudio de murciélagos fueron gigantescos, en especial cuando se descubrió en 1953 que diferentes especies tiene su propia firma sonora y en los 60 que la composición de los sonidos emitidos varía según si el animal está orientándose o buscando comida, lo que permitió usar la ecolocalización como una aproximación al uso de hábitat (sonido 1).

Sonido 1: Murciélago Myotis californicus, cortesía de Mongabay Latam.

En la actualidad, los equipos son muy accesibles y muchos hasta pueden ser utilizados con el celular, lo que permite que tanto un investigador como un amante de la naturaleza puedan registrar a sus vecinos nocturnos e incluso realizar colaboraciones entre ambos grupos, aumentando los conocimientos en la región y promoviendo la inclusión de la ciudadanía en proyectos de conservación (imagen 2).

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Uno de los proyectos más conocidos es el Conteo Internacional Nocturno de murciélagos, el cual tiene lugar en el hemisferio norte a mediados de agosto, y en el hemisferio sur a mediados de diciembre. Este evento suele contar con actividades previas a la toma de datos, como charlas sobre qué son los murciélagos, sus hábitos alimenticios, qué especies van a encontrar y qué significa lo que verán en sus equipos. Luego se hacen caminatas por la zona designada y se registran las especies que vuelan por la zona. Es una excelente oportunidad para que los científicos compartan sus conocimientos y que el público general pueda involucrarse en futuros proyectos.


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